Tierra: reflexiones de una campesina negra
“No importa lo que nos hacen, elegimos no odiar”
“No matter what is done to us, we will not hate”
-Ruby Nell Sales
La agricultura junto a la educación son ejes primordiales de cualquier sociedad. Actualmente, ambas están en crisis y ambas perpetúan la profunda desigualdad e inequidad que arropa nuestros tiempos. Son sistemas construidos sobre el pensamiento europeo que invisibilizan tradiciones, historias, culturas y memorias ancestrales de pueblos resilientes. Esta pieza se enfocará en la interseccionalidad de la tierra y la raza negra. Comencemos con la raza.
Nuestro modelo agrícola está basado en la explotación, y para entenderlo, miremos la travesía del negro. Por más de 300 años, doce millones y medio de africanos fueron secuestrados para trabajar en suelos agrícolas de las Américas. El fin de este traslado coercitivo de esclavos era para poner “sus cuerpos en función de las producciones fundamentales del Caribe insular: azúcar, café, tabaco, añil, algodón y cacao” (Jiménez-Anglada). La plantación, y en especial la azucarera, era el lugar en donde prevalecía la explotación humana. Desde su embarcamiento, nuestros ancestros negros vivieron bajo condiciones deplorables, indignantes y desgraciadas con el fin lucrativo del blanco. Pero esta parte de la historia la conocemos, lo que falta es una discusión y una serie de acciones que destruyan y rediseñen las estructuras que mantienen vivas estas condiciones infrahumanas para la comunidad negra.
El 25 de mayo de 2020, la cara asfixiada del afroamericano George Perry Floyd bajo la aprisionante bota de Derek Chauvin jamaqueo al mundo. Fue un recordatorio desgarrador de una realidad inaceptable: la comunidad negra no ha sido emancipada. Este asesinato policiaco desató siglos de indignidad e inhumanidad, y durante cuarenta días, un movimiento anti-racista ha forrado las calles del mundo entero exigiendo justicia. Exigiendo, deseando y necesitando ser tratado con respeto y valor. Es en este contexto histórico que varios grupos en Puerto Rico como el Colectivo Ilé y la Revista Étnica hacen un llamado a la reflexión durante una vigilia organizada en el Ancón del pueblo de Loíza: ¿qué significa ser negro?
¿Reconocemos que existe el racismo en Puerto Rico? ¿Dónde está la justicia por el asesinato de Adolfina Villanueva-Osorio?
Otros colectivos como Plena Combativa, Movimiento de Obreros de Puerto Rico, Frente Amplio de Camioneros, Casita Cimarrona, Taller Salud, y líderes comunitarios se unieron a la convocatoria para expresar su indignación. Gracias al trabajo de estos grupos, se va levantando una conciencia amplia, una conciencia que necesita venir desde afuera del sistema dado que la educación ha sido cómplice y que en gran medida no ha permitido revelar verdades de nuestra historia.
La identidad negra no ha sido explorada, despojándose de su lugar. Históricamente y hasta el presente es objeto utilitario para ser explotado.
Las mismas instituciones han invisibilizado el valioso legado heredado del continente africano, hasta el punto de no sentir orgullo por la riqueza cultural que bombea en las venas. “En el censo de 1860 la población de Puerto Rico sumaba 583,181 habitantes. De esos, poco más de 300,000 eran blancos. Unos 241,000 eran negros libres y 41,736 negros eran esclavos” (Del Carmen Ojeda). Es decir, casi el 50% de la población en esa época era negra, hoy en día, según el censo del 2010, sólo el 12.4% de la población se identifica con la raza negra.
¿Dónde están las negras? ¿Sin trabajo? ¿Sin economía? ¿Sin propiedades? ¿Sin identidad? ¿Sin currículo? ¿Sin representación? ¿Sin tierras? ¿Sin derecho a la vida? Millones de africanos fueron desraizados permanentemente y luego esclavizados para construir— a través de la producción y el procesamiento agrícola— el patrimonio económico de una minoría que sigue oprimiendo la comunidad negra.
La posesión negra de tierras agrícolas disminuyó de un 14% en el 1920 a menos del 1% hoy en día (Penniman). La propiedad privada, las tierras, es lo que más valora el Estado. Se valora más que la vida negra. En Loíza, el 6 de febrero de 1980, un batallón de al menos 16 policías de la fuerza de choque y alguaciles llegaron a expulsar a la familia de Adolfina Villanueva-Osorio de su propiedad, en donde el Arzobispo de San Juan de ese entonces quería construir su casa (Ortíz-Blanes). Adolfina fue baleada 16 veces. Su enjuiciamiento: ser una mujer negra y madre que peleó por su tierra y por su hogar. Cuarenta años después, los asesinos de Adolfina siguen impunes.
De la misma manera en que el pueblo loiceño tuvo la capacidad de apartarse del sistema injusto y realzar la fortaleza de Adolfina, la comunidad negra puede revertir a ejemplos de resiliencia colectiva. El llamado es de apartarnos de la construcción social de la identidad negra. Si la experiencia es contada a partir de la esclavitud, que es hasta donde recuentan los incontables libros escolares, entonces ¿quiénes realmente quieren identificarse como negre? Ni antes, ni después de ese imperdonable periodo, hemos aprendido que significa nuestra negritud.
Al auscultar, vemos currículos agrietados, historias fragmentadas y traumas acumulados. No obstante, al son del barril y al ritmo del azadón, se anhela una reconstitución. Historias dignas enmarcarán los surcos para dar paso a la sanación y libertad.
Se cuenta, que las negras, a pesar de los relatos mórbidos que escuchaban sobre los europeos y de los viajes transatlánticos, se ingeniaron un seguro ante el futuro incierto, iniciando la práctica de trenzar en sus cabellos diversas semillas, entre ellas las de arroz, quimbombó, y millo. La contribución africana de plantas domesticadas representa un tributo importante a nivel mundial: cereales, tubérculos, variedades de plantas oleaginosas, hojas comestibles, habichuelas, nueces, frutas e higüeras (Carney & Rosomoff). Con estas variedades, trajeron prácticas sostenibles de cultivo, pastoreo, pesca y artes culinarias.
Si se logra revivir y desenterrar la gran aportación agrícola de África, esto ayudaría a entender la complicada identidad de la raza africana. Leah Penniman, explica muy bien esta complejidad: “los cientos de años de esclavitud han devastado nuestra conexión sagrada con la tierra y han ensombrecido miles de años de nuestra noble y autónoma historia agrícola...no nos podemos agachar, sudar, cosechar, ni menos ensuciar, porque nos imaginamos que nos revertiría al yugo...sin embargo, sabemos que sin tierra, no podríamos regresar a la libertad.” Saber que hoy en día se come arroz, gracias a las arriesgadas acciones de las ancestras africanas, siembra un poderoso sentido de gratitud y reverencia.
A partir de estas revelaciones, están emergiendo colectivos de agricultores y agricultoras negras para hacer este profundo trabajo de sanación con la tierra. Black Dirt Collective; Grow Where you Are; Black Earth Farms; Detroit Black Community Food Security Network; Soilful City, entre otros. Y muchos ya han cultivado un vínculo solidario con nuestros agricultores y agricultoras boricuas. Algunos agricultores de los colectivos nombrados viajaron a Puerto Rico durante las secuelas del Huracán María para ayudar a reconstruir fincas agroecológicas integrantes de la Organización Boricuá. Otra iniciativa emblemática de liberación: Soul Fire Farm en Nueva York adoptó a la Finca Cimarrona de Vieques como su finca hermana.
Desde las bases y redes solidarias entre colectivo y colectivo, se espera derrotar un sistema represivo. Las tierras deben ser devueltas a las comunidades indígenas que las custodió durante miles de años y a las comunidades negras que luego llegaron encadenadas a trabajarlas. Si no las devolvemos, ¿cómo sobreviviremos los debacles climatológicos, sociales, políticos y naturales?¿Cómo se manifestarán o visibilizarán prácticas resilientes? Así se labran los cimientos de una sociedad equitativa, justa, libre y segura. Las estructuras euro-inspiradas no pueden ser adaptadas a nuestra realidad cultural y social.
Nos faltan un sinnúmero de herramientas que solo podremos recuperar con el acceso a distintos ámbitos que conlleven la construcción de la democracia. La tierra es un espacio fundamental de libertad, pero sigue en manos carcelarias. Mientras abrimos espacios de diálogo, no olvidemos que no es posible hablar de racismo sin hablar de agricultura.
-YMM
Referencias:
Carney, Judith A., & Rosomoff, Richard N. (2009). In the Shadow of Slavery: Africa’s
Botanical Legacy in the Atlantic World. California: University of California Press.
Penniman, Leah. (2018). Farming While Black: Soul Fire Farm’s Practical Guide to
Liberation on the Land. Vermont: Chelsea Green Publishing.
Jiménez-Anglada, Thelma. (2011, diciembre 20). Plantaciones y esclavitud: la
novela-testimonio. Enciclopedia de Puerto Rico. Accesado el 30 de junio, 2020, de http://enciclopediapr.org
Del Carmen Ojeda, María. (2020, mayo 7-13). La esclavitud en Puerto Rico hoy.
Claridad. Accesado el 6 de julio, 2020, de http://www.claridadpuertorico.com
Ortíz-Blanes, Syra. (2020, julio 1). Un pueblo negro de Puerto Rico ve su propio
pasado en la muerte de George Floyd. El Nuevo Herald. Accesado el 6 de julio, 2020, de http://www.elnuevoherald.com