El beneficio real de un huerto urbano no es la comida.
“Es una bobería, pero sembré este maíz y verlo germinar es impresionante”, dice Arnaldo, quien en vez de ir al GYM y pagar por una membresía, llega a las 6:00 a.m. al huerto hacer su rutina de como ellos le dicen “Jíbaro Fit”, sudando bajo el sol, cogiendo cantazos y picás de hormigas. El que alguna vez en su vida ha cogido una picota y hecho una zanja, sabe que la agricultura es trabajo duro de verdad. Es este trabajo duro, directo con la tierra, directo con la comunidad, el que nos vuelve e encender el gen de “conquistadores sobrevivientes”. Salimos de la rutina, detenemos el tiempo, y conocemos y velamos por el vecino.
El beneficio de un huerto urbano va más allá que la comida, el beneficio lo vas a ver en ese momento que levantaste la picota en el aire y sentiste el peso... aquí el tiempo se detiene; piensas en tí, en la simpleza, en la belleza de la simpleza... aquí vuelves a ser más humano.
El Huerto Urbano San Mateo del Batatal, un huerto donde hay conquistadores de pequeñas batallas y pequeñas tierras.
Venimos de conquistadores, exploradores, de sobrevivientes de catástrofes que ni los dinosaurios pudieron sobrevivir. Pero y aquí estamos 200,000 años más tarde sentados 8 horas al día, trabajando para una corporación. ¿Dónde están los cazadores? ¿Dónde esta la tribu que vela por cada uno?
Nuestro gen de “conquistadores-sobrevivientes” se apagó y cazamos nuestra comida enlatada en un carro. El ciclo urbano que hemos creado de; despierta, niños, carro, trabaja, come, paga, carro, duerme, opaca nuestra capacidad física y mental. ¿Cómo volvemos a ser más humanos? ¿Cómo nos quitamos las gringolas para salir de este ciclo? Creo que en Santurce, en El Huerto Comunitario San Mateo del Batatal, en el medio del concreto y de la crisis, está la respuesta.